Malas madres y malos padres
Explorando en la temática de la conciliación familiar y laboral, me encontré con una película sumamente interesante. La Hija Oscura (Maggie Gyllenhaal, 2021). Está basada en una novela con el mismo nombre (Elena Ferrante, 2018).
No sólo es interesante la película en sí, por cómo se desarrolla, por lo que sucede, por la estética, sino que también lo es por el lenguaje que expresa a través de las palabras y de lo sutil. Seguramente lo que comente hoy aquí es solamente un punto de vista, de los tantos que pueden surgir en cada persona.
Y lo que voy a compartir no es sobre la película en sí, sino sobre las inquietudes que puso de manifiesto en mi desde el día en que la vi, y que surgieron también a partir de escuchar relatos de otras personas en torno a estos temas.
En este caso hoy me gustaría traer lo que se entreteje en torno a la crianza especialmente en la esfera de lo privado. Resulta complejo ponerlo en palabras pero lo vinculo con una suerte de entramado silencioso que se construye socialmente en torno al ejercicio de la maternidad. Ese entramado posiblemente viene construido a partir de nuestras propias experiencias, desde la niñez, y diferenciado de acuerdo con el género desde el momento en que predominantemente en el pasado, ciertos hábitos, quehaceres, actitudes, y demás, dentro del hogar, eran claramente distintos para niñas y para varones. Es posible que a partir de información que se va adquiriendo a lo largo del proceso de socialización, fuera del hogar, se reafirme lo que se aprendió adentro. Desde lo discursivo hasta en la práctica. Claramente esta interpretación es breve, resumida, simplificada, y sin dudas otras perspectivas serían sumamente enriquecedoras.
En este proceso es que surgen, se construyen, se proyectan sobre nosotros y sobre los otros ciertos juzgamientos, ciertas presiones, en torno a lo que se espera de una madre. Es un entramado, no se dice explícitamente que es una expectativa. Se dice, pero de muchas otras formas que están naturalizadas y que muy posiblemente tienen su punto de encuentro, su explicación, con las dificultades que encuentran las familias y principalmente las madres para integrar la crianza con el trabajo. Para integrar el trabajo remunerado con el no remunerado. Para integrar la vida personal, el autocuidado, el descanso, con el trabajo de criar. Básicamente, se espera que la mujer aguante todo esto. Que mientras cría siga adelante con todas sus actividades. Las formales y las no formales. Las pagas y las no pagas.
En general, la mujer es la que más cambios y concesiones realiza en su cotidianidad luego del inicio de la maternidad. No porque las responsabilidades no sean compartidas a nivel intrahogar (aunque en algunos casos esto no es así aún), sino porque la mujer lleva el peso de este entramado que mencionara antes. El varón tiende a mantener su vida muy similar a como era antes, sus actividades sociales y profesionales. La mujer experimenta culpa, dificultades para delegar, dificultades para gestionar cuidados.
Posiblemente haya múltiples explicaciones e interpretaciones para este escenario, entre ellos el que vincula estos comportamientos con la supervivencia de la especie. La mujer se mantiene adentro con las crías. El varón, sale en busca de comida. Pero los tiempos han cambiado. No es lo mismo ni en uno ni en otro caso. Necesitamos transformarnos. Ya se viene haciendo en algunos sentidos pero es necesario seguir haciéndolo.
La película trae algunas situaciones que son un aporte muy rico en este sentido. Está socialmente legitimado que un hombre divorciado viaje con su nueva pareja y que los hijos de él queden a cargo de la madre. En los hechos, la madre divorciada podría hacerlo, y seguro existen las que lo hacen. Pero, ¿por qué cuesta tanto? La madre no divorciada también podría hacerlo. Podría irse de viaje con su pareja y dejar a los hijos a cargo del padre. ¿Es la sombra de la mala madre? ¿Hay una sombra de mal padre y él no se siente condicionado por esa posibilidad?
Y hay algo más polémico aún para mi. Hay padres que abandonan. Pero, ¿por qué no podría haber madres que abandonan? ¿Por qué miramos con diferentes ojos en uno u otro caso?
¿Será que lo que está siendo necesario ver es que detrás de ese “título” de madre/padre, hay personas? Entiendo que si uno asume ese rol, es importante la responsabilidad, porque entre otras cosas estamos acompañando a personas en su desarrollo, estamos acompañando a estar en el mundo. El planteo no viene por ahí. Viene en el sentido de plantear ¿dónde quedan mis deseos, mis ganas, mis resistencias, en todo esto? El resistir o no resistir. ¿Quedan atrapadas en esa culpa que traía antes?, ¿quedan atrapadas en el juzgamiento que podríamos llegar a recibir?
Me da la sensación de que hay sombras que tienen que ver con el pasado de nuestra sociedad, y que las vamos cargando sin darnos cuenta. Pero otras quizás sí las percibimos de forma más clara y que elegimos no trascenderlas por ese miedo al juicio externo. Es como un laberinto. Requiere recorrer el hacia afuera y el hacia adentro. Requiere tomar conciencia de que a veces nosotras mismas, especialmente, podemos estar cayendo en nuestra propia trampa.
Un posibilidad a explorar entiendo que puede girar en torno a trabajar sobre los juzgamientos que nosotros mismos hacemos sobre las acciones que han hecho y hacen nuestros propios padres y madres. No estoy hablando de situaciones extremas y complejas, ni siquiera de los ejemplos que trae la película, que de nuevo, van más allá de lo que suavemente traigo acá. Estoy hablando del plano que se relaciona más con lo cotidiano, con los microespacios o microsituaciones.
¿Cómo podríamos nosotros transformar nuestro vínculo con el ejercicio de maternidades y paternidades, con lo que hacemos o dejamos de hacer a diario debido a las cargas y presiones que ello implicaría, si no transformamos al mismo tiempo el juicio que elaboramos sobre nuestros propios progenitores?
A veces se genera una especie de presión hacia ellos sobre una expectativa construida a lo largo de la vida que no condice con la realidad, porque son personas. Antes de ser nuestros criadores, fueron personas. Y lo siguen siendo. Se equivocan. Son buenos y malos. Son madres y padres. Pero son humanos. ¿Qué especie de poder especial los exime de la equivocación y los obliga a la perfección?
¿Si hiciéramos ese ejercicio, no nos quitaríamos también nosotros un poco el peso de ser “malos padres” y “malos madres” y nos sentiríamos más livianos para experimentar estas etapas desde otros lugares, intentando hacerlo simplemente desde el “ser”? El ser desde el disfrute de ese rol; y el ser de permitirse también hacer y no hacer sin culpa.
Como dije antes, claro que queda trabajo por hacer, a nivel intrafamiliar, social, institucional, laboral, y en muchos otros ámbitos. Así como también existen escenarios, entornos, experiencias que complejizan el abordaje desde esta propuesta. Pero en la medida en que las condiciones lo permitan, explorar desde otro lugar como el que traigo entiendo puede ser un recurso esperanzador que lentamente vaya transformando el sentir colectivo e incluso las expectativas silenciosas y no tan silenciosas sobre el rol de criadores y criadoras.